MUNDO SUBJETIVO E IDENTIDAD. G11-C
César Vallejo
César Vallejo
es una de las máximas expresiones de la poesía peruana y una de las voces más
geniales de la poesía del siglo XX a nivel mundial. Entre sus características más saltantes
podemos destacar que es el eje entre el Modernismo y la Vanguardia. El joven Vallejo admiró a poetas como Rubén
Darío, Manuel González Prada y José
María Eguren. Su primer poemario Los
Heraldos Negros se sitúa en
el ámbito de los finales del Modernismo, pero ya anuncia cierta renovación que
estallará en su segundo poemario: Trilce. Este libro se enmarcará en
el Vanguardismo, pero con un estilo personal y auténtico, en un momento en que
en Perú no se tenía mayor noticia de los grandes movimientos vanguardistas
europeos. Sus dos últimos libros Poemas Humanos y España, aparta de mí este
cáliz representan la más sólida expresión de la gran humanidad que siempre
reflejó Vallejo en su poesía.
Entre los
grandes temas que trató Vallejo: Dios, la
solidaridad, el sufrimiento humano, la muerte; también se puede rastrear a
lo largo de su obra poética el tema de la añoranza por el hogar. Desde su primer libro Los Heraldos Negros (1919), están presentes las evocaciones de su
padre, de sus hermanos, del hogar pueblerino.
Vallejo partió
de su pueblo natal Santiago de Chuco para estudiar en Huamachuco, en Lima,
Trujillo, nuevamente en Lima. Augusto Tamayo Vargas escribe: “El año veinte
vuelve a Santiago de Chuco con el objeto de visitar a su familia, pero en tanto
ha fallecido su madre, sin poderse así mojar “en su bendición y en su llanto”,
como diría en un poema. La orfandad, la
desolación de la casa paterna –“que está cerrada y nadie le responde”–, el
fuerte sentimiento de nostalgia por la niñez, se presencia claramente desde
este momento en su poesía”. En su
vanguardista poemario Trilce (1922),
está igualmente presente la casa y la infancia.
En este fragmento del poema LXI, Vallejo
menciona aquel triste recuerdo:
“Esta noche desciendo del
caballo,
ante la puerta de la casa,
donde
me despedí con el cantar del
gallo.
Está cerrada y nadie
responde.
El poyo en que mamá alumbró
al hermano mayor, para que
ensille
lomos que había yo montado
en pelo,
por rúas y por cercas, niño aldeano;
el poyo en que dejé que se
amarille al sol
mi adolorida infancia…”
En 1923,
Vallejo parte del Perú y se establece en París. En 1928 viaja a Rusia. Después de contraer matrimonio con Georgette
Philipard, en París, viajará en 1929 por distintos países de Europa. En 1930 radicará en España. Finalmente vuelto a Francia, muere en la
clínica Boulevard Arago de París, el 15 de abril de 1938. En 1939 se publicarán póstumamente sus libros
Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz.
En su poesía
escrita en Europa, rastreamos la añoranza del hogar; pero también la de la patria,
el hogar común, la tierra de los padres.
Así lo expresa con honda emoción en un fragmento del poema Telúrica y magnética, del libro Poemas Humanos:
“¡Sierra
de mi Perú, Perú del mundo,
y
Perú al pie del orbe; yo me adhiero!”
Aunque es
cierto que la vida de un autor no basta para explicar su obra, no tendríamos
seguramente César Vallejo si no hubiese nacido en Santiago de Chuco, un pueblo
que entonces tenía cerca de dos mil habitantes y que está enclavado en la
cordillera andina del Departamento de La Libertad, en Perú. Y tal vez lo único
que deberíamos recordar de aquel 16 de marzo de 1892 en que él nació es que fue
“un día que dios estuvo enfermo”.
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Los dos libros
de poemas que publicó en vida fueron escritos mientras vivió en el Perú. De la
obra póstuma podemos suponer que nació en el exilio. En el último exilio,
porque de exilios sobre todo se tejió toda su historia. El primero en 1905,
cuando se exilió al mismo tiempo de la infancia y de su pueblo para irse a
Huamachuco a cursar la secundaria. No se fue muy lejos, es cierto, pero ya era
irse. Luego a Trujillo, donde obtiene el título de Bachiller otorgado por la
Facultad de Letras en 1913 con la tesis El romanticismo en la poesía
castellana. Y de Trujillo a Lima, a fines de 1917, embarcado sin más
equipaje que un block con algunos poemas y un reloj, regalo de un amigo.
Ahora bien, si
de tanto irse está llena su poesía, no menos llena está de lo que se llevó a
cuestas, y sobre todo -y como más sólido soporte-, de lo que quedó allá,
congelado e inmóvil en Santiago de Chuco. La madre como una enorme, gigantesca
figura que parece siempre recordarse desde abajo, desde ojos de niño; los
hermanos que parecen ser el territorio de la felicidad, los que jugaban con él
a esconderse, a correr barquitos en las canaletas, los que comían de su mismo
pan. Algunos vecinos. El padre, un algo distante en la memoria. Eso es lo que
está quieto.
Pero también
hay lo que se mueve, y de lo que se mueve, obviamente se alimenta también. Y se
mueve la vida cultural en Trujillo primero, en Lima después. Toda América
Latina se sacudía aún la fiebre modernista, y los simbolistas, ultraístas,
dadaístas, cubistas y demás istas contagiaban la creación poética de la región.
Vicente Huidobro, en Chile, proponía el creacionismo. En Perú algunas revistas
y diarios comienzan a publicar los versos de un joven maestro de escuela
llamado César Vallejo.
En 1918 murió
su madre en Santiago de Chuco. Sin embargo, no dejaría nunca de ser la
presencia más permanente en su poesía.
Los heraldos
Negros (Editorial de Souza Ferreira, Lima, 1918), su primer libro de poemas, se
edita ese mismo año pero no sale a la calle hasta mediados del año siguiente.
Varias
personas protagonizaron desórdenes, y una importante tienda de la ciudad fue
incendiada. Por razones inexplicables, Vallejo se ve acusado de participar en
el atentado y se inicia una acción penal en su contra. En noviembre es detenido
en la Cárcel de Trujillo, en donde pasará 112 días de prisión hasta que lo
liberen bajo el régimen de libertad provisional.
Años más tarde
se referirá a este hecho como el más traumático de su vida. En la cárcel
escribió varios de los poemas que aparecerán editados en 1922, en Trilce
(Talleres tipográficos de la Penitenciaría, Lima, 1922), un libro
desconcertante desde el título.
A mediados de
1923, acompañado por Julio Gálvez Orrego, embarca rumbo a Europa. Lleva consigo
un manual para aprender francés durante el viaje. Será el último exilio. En
julio de 1923 llega a París. La vida durante los primeros dos años es
especialmente dura. No tiene un trabajo regular, debe vivir apenas de lo que
percibe por su colaboración con algunas publicaciones, cambia frecuentemente de
domicilio apremiado por la situación económica. Se alimentaba, dicen, las más
de las veces de pan y leche.
Sin embargo,
aunque la vida es dura en esos años, la actividad intelectual es intensa. Está
vinculado a Vicente Huidobro, Gerardo Diego, Juan Larrea y otros, con los que
editará dos números de una revista, en la que colaboran también Tristán Tzara y
Pablo Neruda. Es época de entreguerra. Europa está convulsionada. Vallejo viaja
de París a España, de España de regreso a París. Se interesa en el marxismo.
Viaja a la
U.R.S.S. por primera vez en 1928. Deslumbrado por los logros del régimen,
adhiere a las Tesis de Mariátegui y se afilia al Partido Comunista Peruano,
integrando la célula de París. Es conmovedor, sin embargo, que en medio de su
fervor revolucionario Vallejo envía en 1929 una carta a su hermano Víctor,
encomendándole muy especialmente que mande decir en su nombre una misa al
apóstol Santiago, por una promesa que le ha hecho.
A fines de
diciembre de ese año el gobierno francés lo expulsa de su territorio por causas
políticas. Debe pasar a residir en Madrid, hasta que regresa clandestinamente a
París en 1932. Será admitido nuevamente en forma legal a condición de no
participar en actividades políticas. Como era de suponer, Vallejo hace caso
omiso de tal recomendación. Ya se ha proclamado la República Española, y él
será uno de sus más fervorosos defensores.
Vuelve a
escribir poesía, pero ésta no será publicada sino en forma póstuma. Su actividad
de esos años es intensa, febril, pero rinde poco fruto económico. Georgette
Philippart, con quien se había casado en 1929, se ve obligada a vender su casa
para poder subsistir. Pasan a
vivir
en hoteles y su situación es de penuria constante.
En los
primeros meses de 1938 su agotamiento es preocupante. Comienza la fiebre.
Acosado por Georgette, el médico decide internarlo. Según consta en su ficha
clínica César Vallejo ingresa a la Clinique Chirurgicale el 25 de marzo a las
15 hs, con una infección intestinal aguda. Su esposa dice que “se acostó el 13
de marzo, después de comer, entre las dos y las dos y media de la tarde. Hoy
todavía me acuerdo de esa comida porque fue excepcional...dos costillas de
carnero, habichuelas verde pálido y una botella de vino ‘casi fino’ ”.
Ya no se
levantó más. Los análisis practicados en la clínica no revelan ningún mal.
Georgette en su desesperación consulta, según testimonio de Gonzalo More
“astrólogos, magos y brujos”. Los médicos buscan enfermedades tropicales, multiplican
los estudios, la fiebre aumenta en forma constante. Vallejo en su delirio clama
por España.
El viernes 15
de abril a las 9.30 hs. muere César Vallejo por causas desconocidas. Sus amigos
coinciden en señalar que Vallejo enfermó de España. Lo que nadie puede discutir
es que aquella mañana de viernes santo, Vallejo murió de hambre.
* Publicado
originalmente en Insomnia, Nº 9. http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Platero/Vallejobiografia.htm
Nota: Material solo de consulta.
Bibliografía
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